En esta ocasión me remonto a hace unos años en un viaje a Tenerife. Era una jovencita aún, no voy a ir de inocente porque ya me había comido unas cuantas pollas y ya tenía el coño bastante usado, pero esta vez me sirvió para estrenarme en algo...
Recuerdo que ya iba borracha aquella noche de fiesta y como era la última que pasaba allí quería pillar ya a algún tío. Me había estado follando todas las vacaciones a uno de los amigos con los que fui pero quería cambiar de polla. No me costó mucho acabar chupando una en los baños de la discoteca, todo un clásico.
-Vamos a algún sitio a follar - le dije
Pensé que me iba a llevar al sitio donde estuviera hospedado él pero me llevó a la playa de enfrente. Estaba oscuro y no nos vería nadie, pero en mi "inocencia" me dio algo de reparo.
- Yo follo donde de morbo, donde te puedan ver.
Primera novedad en mi vida. Había hecho mamadas en baños de discotecas o en casas ajenas en las que hubiera una fiesta, coches en aparcamientos, y demás sitios "públicos", pero follar en un sitio tan a la vista era nuevo para mí. El alcohol y mi coño mojado me impidieron negarme. El tío empezó a besarme y me tumbó en una de las tumbonas, más cerca del mar y menos del paseo donde nos pudieran ver. Me impacienté a los pocos minutos y le desabroché el pantalón con ansia.
- ¿Ni un poquito de preliminares?
- Que me folles - respondí.
El tío colaboró quitándoselos él solo. Parece que él también tenía ganas de follar rápido y solo había estado disimulando porque antes de que me diera cuenta me había bajado el tanga sin ni siquiera quitarme la falda y empezó a follarme. Parecía el típico mete-saca, muy rápido, al grano. Me levanté la camiseta y empecé a tocarme las tetas para ponerle más. Aumentó la velocidad levantándome de la tumbona con las sacudidas. Ahora me hubiera dado igual que me oyeran gemir, pero por aquel entonces me reprimí.
- ¿Por el culo te dejas? - me preguntó de repente.
Me asusté porque nunca me habían follado por el culo. Así es, ahora me meto las pollas a la mínima y cuanto más grandes mejor, pero hubo un momento en el que tenía el culo virgen. El tío me folló con más rapidez y empezó a tocarme el clítoris y los pezones, buscando convencerme. Estaba tan cachonda y borracha que acepté. No perdió el tiempo y empezó metiéndome un dedo. Gemí un poco y con la otra mano siguió tocándome el clítoris para ponerme más cachonda, consiguiéndolo. Metió el segundo y volví a gemir.
-¿Te la han metido alguna vez por aquí?
Negué con la cabeza, incapaz de articular palabra. Metió el tercer dedo. Los movió buscando que me acostumbrase. Me dolía y me excitaba. Sin que me dijera nada le empujé para que saliera de mi coño, me giré y le puse el culo delante, quedándome a cuatro patas sobre la tumbona. Noté que empezaba a metérmela poco a poco. Gemí de dolor de nuevo. Esperó hasta que me acostumbrara y la metió un poco más. Se hacía raro que un orificio de mi cuerpo estuviera tan poco acostumbrado a una polla. El dolor volvía cada vez que se introducía más en mí y se transformaba poco a poco en placer. Al final, cuando me la metió entera, empezó a moverse lentamente. Pronto las embestidas fueron mayores y no controlaba mis gemidos, loca por aquella sensación nueva. Me sentía más sometida ante una polla que nunca, estando en aquella posición con el culo abierto y las tetas moviéndose adelante y atrás con las embestidas. Algunas personas que pasaban cerca me oían por lo alto que estaba gimiendo, y sorprendentemente me dio igual. Bueno, no me dio igual. Me puso más cachonda. El tío me agarró de las nalgas mientras aumentaba la velocidad. Notaba su pene saliendo y entrando de mi culo, cada vez con menos dolor y con más placer. Pensé en por qué muchas chicas decían que no querían por el culo, si era la gloria. Bueno, yo misma no lo había hecho hasta entonces, pero estaba segura de que me iban a entrar tantas pollas por el culo como por el coño o la boca a partir de ese momento. Mi primera vez anal, borracha y con gente mirando cuando pasaba, no podía haber sido mejor. Con unas últimas embestidas sin ningún tipo de cuidado, salvajes, sometiéndome aún más a su polla, el tío se corrió. Por entonces, empezaba a darme cuenta de que como dejaba que muchos tíos me trataran como un objeto de placer, muchos no se preocupaban más por mí cuando ellos se habían corrido, pero en la mayoría de los casos me daba igual, porque sabía como empalmarlos al poco tiempo o se la chupaba, cosa que a mí me servía y a lo que raramente se negaban. Me gustaba tanto hacer mamadas que lo consideraba un regalo para mí, no para ellos. Aquel día consideré que ese chico había hecho mucho por mí introduciendo en mi vida el sexo anal, así que mientras se tumbaba en la tumbona a descansar me senté encima y dejé que disfrutara de mis tetas, chupándolas y tocándolas. Cuando se hubo recuperado un poco, me deslicé por la tumbona hasta su cadera, le volví a sacar el pene del pantalón y se lo chupé con delicadeza, como una caricia, en mi forma de darle las gracias.
Así acabé mis vacaciones en Tenerife, con un tío más en mi lista ya bastante larga de polvos, pero con algo especial, un nuevo vicio que ya estaba deseando repetir.